Cuando el amor se termina: lo que pasa dentro de ti después de una ruptura

Terminar una relación significativa —ya sea un matrimonio, una convivencia o un noviazgo que marcó tu vida— puede sentirse que te “mueve”, que tu vida completa se desestabiliza. Aunque la razón te diga que “ya era lo mejor”, el corazón muchas veces no entiende de lógica.

Después de una ruptura, es común que las emociones vayan y vengan en oleadas. Tristeza, enojo, nostalgia, miedo, culpa, confusión… todo puede mezclarse. A veces incluso aparece una sensación de vacío o de pérdida de identidad, como si una parte de ti se hubiera quedado en esa historia que ya terminó. También pueden surgir cambios físicos y conductuales: dormir mal, perder el apetito, aislarse o buscar distracciones constantes.

En algunos casos, la ruptura puede vivirse como un trauma emocional. Esto sucede cuando el dolor supera los recursos que tenemos para afrontarlo. Aunque en ocasiones las personas con las que converses no entenderán como te sientes del todo, una separación puede activar respuestas similares a las que se experimentan después de una pérdida profunda o un evento impactante: sensación de despersonalización, dificultad para concentrarse, reexperimentar recuerdos dolorosos o incluso evitar lugares o personas que recuerden la relación.

El trauma no solo está en lo que pasó, sino en cómo lo vivió cada persona. Si la relación fue intensa, hubo dependencia emocional, engaño, abandono o violencia psicológica (que en estos casos imagínate que según estadísticas existen hasta 7 intentos de separación, antes de la separación es definitiva) la herida puede sentirse más profunda. En esos casos, la mente y el cuerpo entran en un estado de alerta o de “bloqueo” para protegerse del dolor, lo que puede hacer más difícil seguir adelante sin ayuda.

Pero poco a poco, y aunque al principio cueste creerlo, el dolor empieza a transformarse. Esa etapa puede ser una oportunidad para reencontrarte contigo, comprender los patrones que repites en tus relaciones de pareja, entender qué necesitas, qué te duele, qué te gusta y qué quieres construir a partir de ahora, quizás empezando por ti y luego si te sientes mejor desees comenzar a conocer gente nueva.

En este proceso, la psicoterapia puede ser una gran aliada. Hablar con un profesional te permite poner en palabras lo que sientes, comprender tus emociones sin juzgarte y sanar desde el respeto a tu propio ritmo. Un terapeuta te acompaña a mirar con compasión lo que pasó, fortalecer tu autoestima y aprender nuevas formas de relacionarte, contigo y con los demás.

Porque cerrar un ciclo no solo se trata de olvidar, sino de aprender a vivir con lo aprendido. Y con ayuda, ese “después” puede convertirse en un nuevo comienzo lleno de sentido y crecimiento.

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Irais Rangel
Irais Rangel
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